Hablar de «relaciones internacionales» parece algo corriente, un tema coloquial de la vida diaria de millones de personas en todo el mundo. Pero, ¿qué significa? Fue Jeremy Bentham quien, a finales del siglo XVIII, inventó el término «internacional» para aludir a las relaciones jurídicas que, aun sujetas a diversos regímenes de gobierno, mantenían entre sí las «comunidades políticamente organizadas» existentes por entonces, no sólo en Europa sino en cualquier parte donde los seres humanos se hubieran establecido.
Estas «relaciones» eran específicas y se referían, por lo general, a aspectos vitales del curso histórico de estas comunidades políticas: afectaban a cuestiones como el poder, el orden, la seguridad… que marcaban su propia existencia, además de su pervivencia como tales. Desde el origen de los tiempos, estas comunidades políticas fueron recibiendo diversos nombres: reinos, imperios, repúblicas, dominios, naciones, pueblos, países. Por su parte, aunque algunas primigenias formas estatales fraguaron tempranamente, sólo desde el Renacimiento se empezó a concebir la noción de «Estado» en sentido moderno: de ellos -junto con otras formaciones políticas de diverso tipo e implantación- hoy existen unos dos centenares.
Además de comprender la considerable variedad de modalidades mediante las que esas comunidades políticas organizadas, históricas y actuales, se relacionan entre sí, las «relaciones internacionales» –tratadas a veces como «política internacional» o «política mundial»- implican plantearse la gobernabilidad del proceso en su conjunto, aspecto esencial que, más allá de vecindades fronterizas, ostenta un virtual alcance planetario.
Reflexionar al respecto no supone novedad alguna: principales pensadores acometieron esta tarea ya en la Antigüedad. ¿Qué se planteaban, entonces y ahora? Cuestiones políticas decisivas e imperecederas: el poder, el orden, el derecho, la guerra y la paz, la seguridad, la economía, el comercio, los transportes y comunicaciones, las poblaciones y sus culturas, la civilización, la religión, las crisis de todo tipo: hambrunas, pandemias, violencias.
Era y siempre será prioritario estudiar estos fenómenos para examinarlos, analizarlos, interpretarlos, comprenderlos y explicarlos con arreglo a un conocimiento cierto y veraz de la realidad. Sólo ese conocimiento cierto y veraz de la realidad que acontece en el entorno internacional –devenido entretanto en «global» o «mundial»- puede suscitar posibilidades de que la investigación emprendida revista resultados valiosos, preferiblemente provistos de un inequívoco valor de supervivencia para la humanidad y el ecúmene que la acoge.
La «teoría de las relaciones internacionales» se ocupa en cierto modo de ello. Su objetivo no es «describir» lo que pasa en el mundo –que eso es lo que representan las relaciones internacionales- sino «explorar» el pensamiento de quienes teorizan sobre ellas cual «objeto científico». De otro modo, no sería «teoría».
Como materia universitaria, el estudio de las relaciones internacionales se inició en 1919, a raíz de la I Guerra Mundial. ¿Qué significa un siglo de existencia? Bastante, si se considera que a lo largo del mismo se han sucedido varias series de estudios que, fundamentalmente, se han centrado en abordar las diversas posibilidades de establecer una gobernabilidad eficiente de las relaciones existentes entre las «comunidades políticas organizadas», concebida variablemente en forma de «anarquía», «sociedad», «comunidad» o «sistema», a su vez «internacionales» o «mundiales».
Este libro expone esta trayectoria, articulándola en forma de «debates teóricos” para facilitar una lectura y comprensión adecuadas de lo principal de esos estudios, incardinados en lo más sustancial del acontecer histórico que rodeó su génesis y evolución. El «texto» se presenta así en su «contexto». De él forma parte también un considerable acopio de referencias bibliográficas y también filmográficas, dispuestas por principio a alentar el interés político, el espíritu crítico, la curiosidad intelectual, el afán investigador de cuantos, generosamente, vayan a leerlo.